6/2/08

Amor en silencio Parte final

Amor en silencio Parte Final

Ella se inclinó de pronto, emitió una leve exclamación, como si algo le doliese dentro y en ese momento se desvaneció en sus brazos, el la llamaba diciéndole que no lo dejara, pero ya era muy tarde, ella tenía en su rostro ese reflejo de paz que desde hace mucho no tenía y en sus labios se dibujaba una diminuta sonrisa. El la acercó a su pecho con fuerzas, como intentando en ese abrazo devolverle la vida.
Lloraba profundamente sintiendo en ese llanto esos dolores que desgarran el alma, el corazón y que te arrancan la vida; tanto tiempo perdido, tantos besos guardados, tanto amor escondido, porque, porque se preguntaba, pero ya no había respuestas disponibles para todas sus interrogantes.
Después de un breve momento tocaron a la puerta, pero el no quería levantarse estaba ya sin fuerzas, la colocó cuidadosamente en el sofá, le secó las lágrimas con sus manos temblorosas, arregló su cabello y acarició su cara…
Se dirigió lánguidamente hacia la puerta, eran los paramédicos que contestaban su llamada, el se apartó a un lado y les señaló a donde estaba su esposa, inmediatamente le dieron una palmada en el hombro, se dirigieron hasta el sofá y confirmaron lo que ya el sabía, Sofía había muerto de un infarto que le destrozó el corazón, pero el sabía que ese corazón desde hace mucho se había desgarrado.
No permitió que la llevaran a un hospital, a ella no le hubiese gustado, esperó allí a su lado hasta que llegó el médico forense.
Los días después de el entierro para Roberto, fueron determinantes, cambió por completo su ánimo, sus hijos ya de diecisiete y quince años respectivamente, se daban cuenta del cambio de su padre, quisieron apoyarlo pero el no se dejó.
Cada día iba a la casa de Sofía al levantarse y preparaba dos cafés, ponía la mesa para dos y a hurtadillas le hablaba, se dio cuenta, que en el closet algunas de sus camisas colgaban, estaba en el baño la espuma de afeitar que el usaba, se dio cuenta que ella jamás de su casa lo había echado.
Salía a la calle y caminaba lentamente, mirando al cielo, sin querer en las nubes la veía dibujada.
Tanto amor perdido entre dos seres, tanta vida malgastada.
Roberto vivió siete años extrañando a Sofía, la misma cantidad de años que ella vivió extrañándolo a él, en esos años, ni un solo día dejó de ir a la casa de ella, ni un solo día dejó de preparar las dos tazas de café, ni un solo día dejo de poner la mesa para dos.
Y un día de esos grises, Roberto se sentó en el sofá y se acurrucó, de pronto lo sobresaltó un sonido seco, sin recelos se volteó su cara como buscando a alguien;
- ¿Quien está allí?;
Preguntó con desgano, pero nadie respondió, sólo oyó solo un lejano murmullo, como una respiración entrecortada.
- Estoy aquí, no te he dejado sola; dijo sonriendo;
Estiró sus piernas en el mueble, recostó su cara sobre el posa brazos, como si alguien lo estuviera abrazando, emitió un quejido, cerró los ojos y allí mismo en ese instante, como si lo esperara, murió.
En su rostro quedó dibujada una expresión de tranquilidad y una diminuta sonrisa.
Un infarto le destrozó el corazón. Aunque desde hace mucho lo tenía desgarrado.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una historia muy triste que me hizo recapacitar un poco en mi relación con mi pareja...nada más me imaginé perderla y me dió escalofrios...la trataré mucho mejor, y no tendré ni un poquito de mi amor por ella en silencio...Gracias