Allí
está ella una vez más, rodeada de silencios y de soledades; una vez más, pensándolo
a gritos.
Allí
lo espera, reposada; a que se pregunte, a que se dé cuenta de que existe.
Pero
no, no hay respuestas, no hay siquiera objeciones.
No
hay nada, solo un estruendoso silencio y sonidos mudos, que aunque salen, no
pueden escucharse.
Allí
está ella a su lado, mientras el huye, amedrentado por el deseo que tiene de aferrarse
a él.
No
quiere tocarla, ni sentirla, ni siquiera quiere verla a los ojos, porque sabe
que sus pupilas delatarían su indiferencia.
Él
está allí también, aunque su mente, su deseo, su amor, hace rato se ha mudado.
De
ella, sale un lamento austero, ante la intrepidez de amarlo tanto, sabiendo que
ya no era retribuida.
Su
amor, se había agotado, extinguido, durante el transcurrir del tiempo y hace
mucho, ella se había dado cuenta.
Pero
guardó silencio para ver si podía retenerlo solo con su amor, pero fue inútil, sentía
como se escapaba irremediablemente, como agua entre sus dedos.
Ella
solo sentía su cuerpo desapareciendo ante sus manos y su boca abandonando sus
besos, es su mente dispersar ante sus suplicas silentes.
Ella
está allí, desecha, sin que él se dé cuenta, sin que lo sienta, sin que lo vea,
porque no le afecta, nunca lo ha inquietado.
Y
sigue allí, como siempre, vacía, desierta, deshabitada, abandonada, desértica y
solitaria, como la luna en la inmensidad del cielo, rodeada de estrellas, pero íngrima…así
como ella esperando a que él vuelva a quererla.
Y
es esa pretensión oculta, la que la hace sufrir en completa mudez, esperando
que un día, él, se dé cuenta de que la fue dejando hecha despojos en el camino,
ella espera a que él se de vuelta y
encuentre sus ojos tristes, llenos de melancolía, esperando su regreso.
Pero
cada día esa posibilidad se hace remota. Lejana como el sol de la luna, que
nunca podrán coincidir.
Ella
luna y el sol, habitando en rincones y lapsos discordantes, sin posibilidad de que
en un punto intermedio puedan hallarse.
Cuando
el amor se acaba, no hay costumbre que pueda aguantar la compañía impuesta,
pues cansa, asquea, aburre, molesta, enoja, incomoda y enfada.
Hoy
allí en silencio ella piensa despejar la puerta en donde ha estado, para no
dejarlo irse.
Hoy
con eufemismo, ella ha decidido darle la libertad.
Hoy,
ella empaca y se va…para siempre…quiere verlo sonreír, quiere verlo vivir…si…porque
aunque él respira…estando a su lado ha dejado de existir.
No
tuvo las fuerzas para verlo a la cara, no tuvo el valor para enfrentar sus demandas,
él jamás sabría, que ella se había dado cuenta, que el por ella ya no sentía
amor.
Solo
una pequeña y fría nota, nada más, solo eso dejó.
“Me voy amor y ya no vuelvo,
se feliz, así como lo seré yo. Ya no te amo…y por eso me marcho…para poder averiguar
mi camino, para poder descubrir un nuevo
amor”
Y
así huyó de su amor, en silencio, así como transcurrió su vida, sin bullicios,
sin escándalos, sin desenfrenos.
Y
ese día también murió en vida…ese día en que perdió las fuerzas y el valor para
verlo a la cara y despedirse, ese día, dejó de respirar (aunque todavía deambulaba
por la vida). La melancolía se apoderó de su ser, la llenó hasta los huesos, ya
no era nada sin él.
Pero
fue feliz por un momento.
Aquel
instante en que oculta entre la gente lo escuchó reír nuevamente, de la mano de
una mujer, mucho más joven que ella.
Sonrió
a pesar de que las lágrimas inundaban sus mejillas, sonrió mientras se giraba
para seguir su andar…su sacrificio había valido la pena…al fin él era feliz…
La
enterraron a la mañana siguiente, era un día sereno, hermoso y cálido…como ella;
allí entre árboles y flores; sin dolientes, ni lastimeros llantos, solo el
canto de las aves, que se ocultaban tímidas en las espesuras de las arboledas.
Y
así siguió sola y en silencio, en aquel sitio donde reposaba su cuerpo inerte,
frío y mudo.
Sola
e íngrima como la luna, a pesar de estar rodeada de estrellas…sola y en
silencio.
Y
el sol…jamás se dio cuenta…
21/04/2013
10:27 pm