Con dos boletos en la mano, un combo
para dos, de cotufas y refrescos y
además “él” a su lado, esa era sencillamente, la imagen de la cita perfecta.
Ella no esperaba una cena cara en un restaurant de lujo, tampoco aguardaba
flores, ni perfumes y mucho menos costosas joyas, ella era tan básica que ni
siquiera concebía la idea de que él le regalara palabras bonitas, ni
románticas; sabía muy dentro de ella que su estimación no era tanta para él (y
en tal caso, para nadie).
Pero a pesar de todo y su bajo afecto
por ella misma, divisaba el panorama realmente prometedor.
La había invitado a ver esa película que
deseaba tanto ver, sin que se lo pidiera, simplemente se levantó de la cama y
le dijo:
_ “Hoy iremos al cine para ver esa
película que has esperado tanto”_.
Además del sexo, no hacían nada juntos,
el salía con sus amiga, mientras ella solo esperaba que el la llamara para
verse, siempre en su casa, jamás afuera.
_ “Quizás se abochorna de mí”_ lo excusó
tantas veces. _ “¿Quién querría tenerla a ella a su lado para lucirla?”_ Se decía mientras se miraba al espejo y
observaba su protuberante estómago, sus senos caídos y sus muslos llenos de
celulitis, que por supuesto no dejaba que el viera por nada del mundo, siempre
se ocultaba detrás de grandes ropas, sábanas y toallas… sí ella se veía tan fea
¿Qué podía exigirle a su marido?
Una gran carcajada brotó de su garganta:
_ “Mi marido, jajajajajaja, quisiera yo”
Hace años se habían divorciado, pero
persistía en ellos una extraña dependencia, (mucho mas de parte de ella), lo
seguía amando y eso no lo podía negar, soñaba con sus besos de antaño, con sus
caricias y con el amor de ayer, que hace rato ya no estaba en el hoy y lo mas
probable era que no estuviera tampoco en su mañana. Pero seguía soñando y
creando a su alrededor un mundo totalmente paralelo a la realidad. El en
cambio, la aceptaba mas que todo, por ayudarla, siempre le gustó ser de apoyo para
ella, quizás eso le hacía sentir importante y benévolo, quien sabe si de esta
manera ganaba puntos en el mas allá, cuando partiera de esta tierra.
Y así ya llevaban siete largos años
divorciados, pero juntos en algunas ocasiones, cada quien en su casa, en
permanente contacto telefónico. Cada quien en su casa, pero a la vez atados el
uno del otro…
El tiquete decía asientos F6 y F7, eso
de seguro quería decir si corría con suerte que iban a estar sentados uno al
lado del otro.
No podía controlar lo que en su estómago
ocurría, era una batalla, un torbellino de candelillas haciendo una gran fiesta.
_ “Pero eso era normal, cuando uno anda
enamorado siente aún mucho más que eso”_ pensó.
Ya la película había empezado hace un
rato, por la demora mientras compraban las cotufas. Se acomodaron en sus
respectivos asientos F6 y F7, tal cual decía el tiquete, los cuales ella había
conservado para recuerdos futuros.
_ “Tonterías”_ recapacitó, al pasar cerca de una papelera,
intentando botarlos, pero titubeó _“Sí, es cierto, soy una tonta”_ sonreía, mientras
los guardaba celosamente en su cartera, que es a su vez, la gran protagonista
de esta historia.
Al cabo de unos minutos sintió como poco
a poco el clima iba bajando en la sala, mientras observaba las escenas iniciales
de la cinta, rumió en su interior con la idea de decirle que tenía frío, quizás
él, le tomaría las manos y se propondría calentarlas con las suyas o posiblemente pasaría su brazo
por encima de sus hombros y se la acercaría a su pecho, eso sería mucho mejor.
Sí, lo intentaría, agarró un puñado de
cotufas y se las metió en la boca, tragó con desespero, tomó el vaso de
refresco y bebió de la pajilla y sin pensarlo mas le dijo:
_“Tengo mucho frío”_
No quiso ni mirarlo al pronunciar las
palabras, el corazón dentro de ella estaba impaciente y casi se le salía del
pecho, pero la respuesta no era lo que esperaba.
Casi implacable y con además una
fabulosa sonrisa en su rostro se volteó a mirarla mientras impasiblemente
respondió:
_”Mete las manos debajo de tu cartera,
para que te las calientes”_ Y sin mas siguió viendo la película.
Fue entonces cuando la realidad la
impregnó en todo su ser, sintió como un trancazo seco y estruendoso en todas
sus costillas, dejando las mismas hechas polvo dentro de su torso, igualmente
sintió como se le filtraba el frío del aire acondicionado en cada parte de su
cuerpo, tiritaba del frío.
No quiso ni mirar, conjeturando que él
hubiera podido escuchar los ecos de sus pensamientos y se sintió avergonzada,
muy abochornada de que él se burlara de tan estúpida ocurrencia de su parte.
Ella era solo una amiga para él, una
amiga y nada más, (con derechos pero una amiga al fin y al cabo), la había
invitado, así como lo había hecho tantas veces anteriores con sus otras amigas.
Pero ese amor que sentía desde hacía
tantos años por el, a veces la traicionaba y la ilusión la hacía ver cosas
donde en realidad no había nada.
La película le dio la excusa perfecta
para llorar mientras fingía mirarla, con cuidado enjugaba sus lágrimas y en
cada gota de llanto que se habría paso a través de sus mejillas se le escabullían
las esperanzas, ilusiones y sus anhelos más recónditos.
“Mete tus manos debajo de tu cartera” recapituló,
mientras intentó hacerlo, pero allí entre sus piernas y la cartera, no encontró
el calor que precisaba.
Sus manos continuaban heladas, así como
sus piernas, sus brazos, sus orejas, su nariz
e intentaba que ese mismo frío le congelara el corazón.
Sin embargo ella seguía inerte, testaruda,
inconmovible en su decisión de amarlo, a pesar de no recibir siquiera una
simple quimera como trueque.
Salió de la sala, tratando de disimular
su malquerencia, quería llorar, pero no delante de su presencia, sentía un
enorme nudo en su garganta y la tristeza, no la dejaba mirarlo a la cara.
_ “¿Pasa algo cariño?_ le preguntó el
extrañando de su silencio.
_ “¿Que si me pasa algo? ¡¡¡¡Claro que
me pasa algo!!! Tu no me amas, ¿Acaso te parece poco?”_ Pensó en responderle
pero no lo hizo, esa respuesta solo se paseó por su mente.
_ “No, no pasa nada, todo está bien”_ le
respondió, mientras le regalaba una muy bien forzada sonrisa. Esa fue su
respuesta, la misma de tantas preguntas similares en tantos años, la idéntica respuesta cada día, cada semana,
cada mes y cada año.
Contestación que el jamás se creía, pero
que era mas fácil de afrontar que el cúmulo de cosas que sabía que había detrás
de la posible verdad, así que ¿Para qué molestarse en persistir en saber algo
que no quería saber y ella no “quería” decir?
_ “Ok, si tu lo dices…”_ fue su pasiva y
cómoda refutación. Ella solo le dio una palmada en su espalda y esto puso fin a
la reyerta displicente, se subieron a la camioneta en silencio, luego en el
tren que los llevaría cada cual por su camino.
Cuando faltaba una estación para ella
bajarse, apenas pudo susurrarle:
_ “Gracias por invitarme al cine hoy, la
pasé bien”_
_ “¿Era la película que querías ver no?
¿Te gustó?” Preguntó
_ “Si, gracias, me gustó mucho”_ Y se
despidió con un simple adiós, pero el se la acercó y la abrazó, pero ella no
pudo responder a ese abrazo.