16/9/08

Por Edelly J.

Muchas veces en las frías noches de soledad, orando a mi Padre por ti, desfallecía al no entender el porque tardabas tanto en llegar. Me asomaba en la ventana y observaba a lo lejos el caminar de la gente, tratando de revelarte a través de los rostros anónimos que pasaban sin notarme.
Me preocupaba enormemente el no poder reconocerte o peor aún que tu no me reconocieras a mi. ¿Podría acaso ser eso posible? Pedía a mi Hacedor sabiduría cada día y en especial solicitaba con esmero que me llenara de su amor de tal manera que tú al ver mi rostro solo pudieras verle a El reflejado en mí.
Esa era mi oración cada día, que te enamoraras de la presencia de mi Salvador en mí, así como yo quería enamorarme de la manifestación de su Espíritu en tu vida. Ese era el amor que pedía.

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