La primera vez que me casé, tenía quince años, estaba enamorada (y realmente lo creía), tuve una bonita boda, un hermoso vestido, un esposo cariñoso y una fiesta cara. Mi esposo era ocho años mayor que yo, era mi héroe, que vino al rescate de tantos años de peleas y golpes de mi padrastro hacía mi madre, maltratos a mis hermanos e indiferencia total hacia mí. Creo que por un tiempo odié un poco a mi padre por habernos abandonado.Comenzamos nuestro matrimonio, como muchas parejas de recién casados, sin un hogar propio, por la imposibilidad económica que por supuesto, tienen dos jóvenes que apenas comienzan a vivir, pero eso no nos importó, porque al menos teníamos un hogar prestado (vivíamos en la casa de mi suegra, junto con mis dos cuñadas). Pero para nosotros, era el hogar perfecto, simplemente porque nos teníamos el uno al otro; yo vivía mi cuento de hadas y el intentaba hacer el papel de hombre adulto y responsable.Rápidamente tuve que interpretar el papel de madre y cambiar mis muñecas por una de carne y hueso; tuvimos una hija hermosa, que al nacer pesó tres kilos setecientos cincuenta gramos y midió cincuenta y cuatro centímetros, era muy grande y tenía la cabecita un poco deforme, porque usaron forcet al sacarla de mi útero. El médico nos dijo que dentro de poco menos de un mes ya estaría normal, pero igual, nosotros no le habíamos dado mucha importancia, porque era la niña más hermosa que habíamos visto, era muy calladita y anexo a eso se había formado dentro de mí con pedacitos de él y míos, ella era un trabajo perfecto que habíamos hecho en conjunto. No podíamos creer que nuestros cuerpos tuvieran ese poder.Al pasar el año, quizás un poco más y sin previo aviso, se nos mudó el amor, o quizás simplemente nos dimos cuenta, que a esa edad, no puedes amar realmente a nadie. Entendí por primera vez que esa no era mi vida, que al igual que ese hogar, la había tomado prestad.Sin rencores cada uno siguió su camino en direcciones diferentes, el tomó su gran maleta, la llenó de todos sus sueños, de sus ropas, zapatos, medias y perfecciones. Yo por otro lado, tomé la mía y la llené de lágrimas, y de temores, pañales, teteros y además en los brazos llevaba una niña, a quien nunca le preguntamos si quería venir o no, así que por supuesto ella no tenía la culpa de nada.
Mis hijos siguieron creciendo y creció también la lista de personas a las cuales conocí, pensando en que posiblemente, serían parte de mi nueva vida en pareja, una de ellas vale la pena destacar, porque formó parte de mi segundo matrimonio, sí, sí, sí, me casé otra vez...a los treinta y cuatro años y contra todo pronóstico, reiteradamente de manera impetuosa y desesperada, por supuesto enamoradísima elevada al cuadrado, mas o menos, pero mal enamorada, desastrosamente mal enamorada.Duró poco, seis años, y esta vez la vida era literalmente prestada, esa vida le pertenecía a otra mujer y a otros hijos, que jamás conocí, ni ellos a mí, una vez más me había equivocado, había perdido la perspectiva, la directrices, estaba devastada.Por primera vez me despedí llena de rencores, por primera vez estas maletas estaban mucho más llenas que las de mis dos parejas anteriores, este hombre adjunto con su ropa y zapatos, se llevó mis sueños, mis ilusiones, mis esperanzas, se llevó su vida y adicionalmente se llevó también la mía. Tanto que de todo lo que vivimos solo le puedo regalar esas tres líneas, no más. Porque siento tanto amor por el todavía, que me duele mencionarlo, por ahora lo dejo en mi pasado y trataré de que no salga de allí, nunca más.Mi primera hija ahora tiene veintitrés años, mi segundo hijo dieciocho, mi tercer hijo dieciséis y mi cuarta hija ahora tiene doce, muy poco han cambiado de cuando eran unos bebes, la mayor muy reservada, calladita, muchas veces no se ni lo que piensa, el segundo es mingón y quizás aún le gustaría dormir sobre mi pecho, para que le sobe la cabeza, si tiene algún problema, el tercero se mete a todos en un bolsillo, es muy alegre y vivaz y la cuarta es tan tranquila que a veces hay que verificar que está en la casa, como cuando era una bebita.Si amigos...al fin descubrí que esta era mi vida real.Tengo cuarenta y un años, no estoy, ni me siento vieja, aún soy bonita y algo de polvo levanto todavía, pero creo que estoy algo cansada de esperar un compañero de vida, fastidiada de tantas decepciones y equivocaciones. Pronto estaré sola, porque se perfectamente que mis hijos no me pertenecen, cada uno tomará su propio camino, hará su propia vida, porque uno mismo se hace la vida, buena o mala, equivocada o acertada, es la que elegimos vivir.Yo, ya lo entendí, quizás piensen algunos que algo tarde, para mí, definitivamente en el momento adecuado. Los errores que cometí, me hicieron llegar a acertar a los hijos maravillosos que tengo ahora, sus papás aunque no los vi jamás, estaban allí, para dármelos de obsequio, porque eso son mis hijos para mí, un regalo de parte de Dios, una corona que adorna mi cabeza. Ya no corro tanto, como cuando era más joven, llevo ahora un caminar pausado, estoy llena de amigas valiosas que me ayudaron a madurar, a crecer y a ser una mujer mucho más inteligente.Quizás algún día en ese caminar acompasado, pueda conocer con claridad y sin nubarrones a alguien, que aprenda a quererme solo por mí, por lo que soy ahora, sin juicios, sin engaños, sin cambiar mi pasado y que pueda acompañarme en lo que me resta del camino por esta vida, tal vez algo turbia, algunas veces triste, otras veces alegre, algo errática en su caminar, pero que es total, íntegra, absoluta y lealmente mía.Y si por el contrario, me toca transitar esta parte en soledad, estoy indiscutiblemente preparada para vivirla, sea como sea, porque al fin y al cabo esta es la vida que escogí vivir. Amo mis vivencias, amo mis tristezas, amo mis alegrías...amo mi vida...esta que no es prestada, sino mía
No hay comentarios.:
Publicar un comentario