8/3/08

Baja de afecto superada

Por Edelly Peña
Hace mucho tiempo llegué a sufrir de una baja de afecto tan terrible que llegué a convertirme en una minusválida emocional, con todo el sentido que esas palabras encierran.Llegué a creer con todo mi corazón que la vida no tenía sentido si no la vivías al lado de alguien, no importaba quién, ni tampoco como te trataba, si era bueno o malo, la cuestión era compartirla con alguien.Todas las personas que estaban a mí alrededor, estaban en parejas, mis amigas estaban todas casadas y las que no lo estaban pues o tenían novio o tenían alguna conquista y las que estaban solteras pues eran muy jóvenes; el solo hecho de conjeturar una vida en soledad para mí era terrible; por eso cuando mi marido se fue de la casa, mi vida dio un giro tremendo e inesperado, sentí una aprehensión en mi cuerpo que me provocó una inquietud tan grande que me impulsó a seguir buscándolo de tal manera, que creo que llegué a convertirme en una acosadora; lo llamaba a diario y a pesar de que ya habíamos firmado el divorcio, yo no lo aceptaba bajo ningún argumento, yo seguía siendo la señora de fulano de tal, y eso me impulsaba a seguir reclamando sus ausencias, sus llamadas inexistentes, sus olvidos de fechas de aniversario, etcétera. Así seguí por mucho tiempo, tanto que mi ex se acostumbró a mis llamadas y reclamos, se disculpaba cortésmente y seguía ignorándome y viviendo.Las noches se hicieron tan largas que se unían a las mañanas del día siguiente, pero a pesar del paso del tiempo y de que mi esposo no regresaba, dentro de mí alimentaba la esperanza de que algún día “tomaría conciencia” y regresaría y créanlo o no yo realmente lo creía y así esperaba.Al reunirme de vez en cuando con mis amigas y entrar en temas de conversación de parejas inevitablemente hablaba de mi marido como si aún estuviera en casa, hacía comentarios como: “cuando yo cocino tal cosa a mi esposo no le agrada tal sazón” o “yo cocino mas arroz porque a mi esposo le gusta poco la pasta”, ellas me miraban desconcertadas, ya que sabían que estábamos divorciados desde hace más de seis meses y con el tiempo de separación previo el tiempo era aún más largo, pero silenciosamente seguían mi juego.Hasta que un día se saturaron de oírme hablar, soñar, confiar y llorar por alguien inexistente y decidieron enfrentarme con una verdad tan dura como una pared y contra la cual fui a estrellarme tan fuertemente que casi pierdo hasta los dientes.Los oí inmutablemente en silencio y con los ojos que se sofocaban entre las lágrimas, pero con la cara en alto, sabiendo muy en el fondo de mi corazón, que tenían razón: mi marido, ya no me amaba, ni me amaría mañana, ni pasado mañana, ni nunca, él sentía un fuerte cariño hacia mí, era cierto, pero solo era producto de tanta vida juntos, pero nada más. Cuando terminaron de hablar, sigilosamente me levanté de mi silla, tomé mi cartera y me dirigí con pasos firmes hasta la puerta, ninguno se atrevió a detenerme, a pesar del miedo que los embargaba de que quizás yo cometiera una locura, como lo había intentado alguna vez en el pasado.Salí, me subí al auto y conduje sin prisas hasta un lugar en donde pude detenerme y entonces rompí en llanto, saque de dentro de mí todo ese dolor que ya tenía mucho tiempo escondido entre sueños y esperanzas, lloré hasta que agoté mis lágrimas y entonces pude ver con claridad, todo el tiempo gastado, toda mi absurda habilidad para soportar tanta falta de amor hacia mí. Y entonces... me permití reírme de mi misma y me reí con tantas ganas, que mi estómago empezó a dolerme, cosa que no impidió que mis carcajadas retumbaran en los vidrios de mi automóvil de tal manera que parecía que ellos me acompañaban en mi ceremonia. Ese día decidí salir de ese laberinto de vida a medias, decidí salir de allí a pesar del miedo que eso me producía, decidí que merezco ser amada, decidí amar con libertad y plenitud y que si no tenía eso de alguien, había decidido asimilar mi soledad, pero feliz, sin llanto.Aprendí que mi mayor venganza era olvidarlo y mi más grande logro, aprender a vivir si él.Unas tres semanas después, me volví a encontrar con mis amigas en un almuerzo, ellas evitaron a toda costa entrar en el tema de nuestra última conversación, yo estaba alegre, cosa que a ellas las perturbaba mucho, estaban muy intrigadas al ver mi cambio, pues en toda la comida no mencioné ni una sola vez a mi ex esposo ni para bien, ni para mal, pero no quisieron meter el dedo en la llaga y aunque se morían de ganas por saber se resistieron y no preguntaron nada, yo por mi parte les agradecí mucho el gesto.Hoy han pasado tres meses desde aquella confrontación con esa verdad absoluta y descomunal, pero hoy sonrío, duermo, como y me cuido más que antes, no les voy a decir que ya lo olvidé y lo dejé de amar, porque sencillamente no es así, es solo que aprendí que nuestro tiempo ya pasó y debo continuar mi camino, sin miedos ni temores, con esperanzas y fe, todo lo que pasa a nuestro alrededor tiene una motivación y ese porqué siempre es para bien tuyo, aunque a veces el dolor no nos deje ver .Ya no me engaño más, ya no escucho esas mentiras que hacen que mis oídos sangren al escucharlas. Si esa persona que yo creí que era el amor de mi vida empacó y se fue y al irse yo no pude despedirme, hoy aunque es un poco tarde, me paro en la puerta, levanto mi mano y le digo adiós, convencida de que no pude retenerlo, a pesar de que quería con todo mi corazón, le agradezco el tiempo hermoso, aunque corto, que permaneció a mi lado.Hoy estoy segura que ese no era mi amor auténtico, porque el amor verdadero cuando llega jamás dice adiós, trataré de no equivocarme nuevamente, no buscaré con desesperación en los rincones, el vendrá a mi y estaré educada para reconocerlo al verlo.Hoy algunas veces en las noches lo busco al despertarme, pero ya, cuando me doy cuenta que no está no me desespero. Ya no duermo en una esquina de la cama, ahora ocupo el centro de ella, porque me pertenece por completo, llené las gavetas vacías con mi ropa y regalé las cosas que aún conservaba de él, si pasó tanto tiempo sin usarlas no creo que llegue a necesitarlas. Ya no lo llamo para saber que está haciendo, porque entendí que su tiempo le pertenece, el está donde quiere estar y eso debe hacerme sentir bien, porque si lo amo quiero todo lo bueno de la vida para él. Al acercarse alguna fecha importante que en cierta forma lo involucre a él, sonrió porque el fue fundamental para mí. Agradezco a Dios por su existencia y por el tiempo compartido y simplemente la dejo pasar, sin llanto, sin reclamos, sin transcendencia. Ya llegaran otras fechas que ocuparán estas últimas, otros motivos de celebración, por ahora son los que tengo y como tales los valoro, pero entendí que solo son mías, solo a mí me pertenecen y solo yo debo celebrarlas, sin alboroto, sin algarabía.Me siento viva, joven y capaz de seguir mi sendero con libertad, alegría y respeto hacia mi persona. A pesar del enorme hueco que me deja su ausenciaContinúo sin rencores, sin miedos, sin enfrentamientos. Entendiendo que mi corazón no es un hotel y que por eso no puedo amar a otra personas mientras que él se hospedes en el, le imploro a Dios que me ayude sacarlo de esas habitaciones, y me permita limpiarlas de recuerdos y las prepare para otro huésped, que espero pueda quedarse en el para siempre y pueda acompañarme en mi vejez con amor sincero y duradero.Hoy le dedico estas líneas, que serán las últimas que le escriba, para continuar con mis sueños, con mi vida y con mi amor.
Creo que pude superar con éxito esa baja de afecto...

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